Intrucciones para jugar al Estanciero

Elija un color que no sea rojo, para no dar la idea equivocada. Sonría a sus adversarios, no deje entrever sus ansias asesinas, el pequeño cerdito capitalista y oligarca que lleva adentro. Sí, ese que que es igual a todos, pero un poco más igual a unos que a otros.
Tire los dados, y compre, compre, compre. No importa qué, las compañías, los ferrocarriles, Formosa, que es una bosta y la gente prefiere caer en el impuesto a las rentas antes que poner un pie en esa provincia olvidada por el Señor. Compre.
A veces el azar, cruel por naturaleza ya que no por definición, se le pondrá en contra. Podrá pasar rondas enteras sin caer en una provincia para comprar, podrá sacar esa tarjeta de suerte que le indica que contrajo SIDA en una parada de camioneros, o podrá pasar tanto tiempo en la cárcel que los guardias ya lo mandarán a comprar tortitas a la esquina. Qué estos golpes no lo desvíen de su objetivo, que a estas alturas ya debe estar claro: destruir, uno por uno, a todos sus contrincantes, utilizando cualquier método posible.
Quizá este fanatismo tan exagerado por triunfar le gane la antipatía de los demás, no hay que darle importancia. Si pierde el contacto con el espíritu asesino que este juego requiere, pierde. Y después viene la humillación, la tristeza, las noches solitarias en un bar de mala muerte, lamentando lo que pudo haber sido, ese siete tan puto que le costó la mitad de las chacras en Tucumán, o esos 5000 que no pudo afanar del banco...
Pero no se adelante, siga jugando, tiene el país a sus pies, sus adversarios le temen tanto a sus provincias que ensayan extraños rituales para evitar caer en ellas. El ambiente ya se puede cortar con un cuchillo, y miradas torvas denotan cierta desesperación, cierto enojo, inclusive cierta furia asesina en sus enemigos. No hay que hacer nada para que estos sentimientos desaparezcan.
La desazón de sus antagonistas le juega a favor, la desconcentración, las ansias... Increméntelas. Tire billetes de 10 con desdén, deje propinas argumentando que no sabe qué hacer con tanta guita, y haga comentarios del estilo de "si no tuviera tantas propiedades estaría pobres como vos, arrendatario muerto de hambre", o "mis hijos sí que van a poder ir a una buena escuela, en cambio los tuyos van a ser unos piqueteros analfabetos".
Ah, ya se ven los resultados de sus artreras tácticas, se forman las alianzas contra usted. No se enoje, con eso no alcanza para retar su imperio latifundista, a menos qué...
Sí, una de esas rachas de mala suerte. Qué feo, mire como se van las estancias. Upa, es horrible caer cinco veces seguidas en el casillero de marche preso, y encima todos se ríen de usted, como los monitos se ríen ante la caida de su rey luego de interminables intrigas palaciegas. ¿Qué no es una comparación válida? ¿Qué los monos no tienen rey? Evidentemente usted nunca vio ni leyó "El Libro de la Selva".
Claro, ahora viene el enojo, el "eso no vale", y el "¿A dónde está el puto libro de reglas?". No se altere, sólo hay que esperar a que vuelvan a caer, igual ellos no tienen provincias completas. Apa, pero mire como se malvenden escrituras para completarlas. Y ahora sacan ahorros ocultos (¿serán robados?) y estancian todo.
Veo lo que quiere hacer, se le nota en los ojos. No sea así, es sólo un juego, piense tranquilo, quizá haya otra solución, no se apresure. Otra vez en la cárcel, ¿no tendrá usted una relación con un travesti, que se la pasa tanto ahí? Y sí, está perdido, pero todavía puede irse con dignidad, no se precipite, no le conviene, no, no, no...
Bueno, ya tiró el tablero a la mierda, ahora recoja las fichas, bestia.