¡Non Fiction! Bar bukowski/Masacre en el puticlub

Cada vez que contamos una experiencia, algo se nos escapa. Nunca es el motivo principal, nunca son los personajes que intervienen en ella, pero algo, algo pequeño y casi insignificante, se nos escapa.

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El bar bukowski no es nada especial. Es obvio que no es nada especial, el mismo adjetivo, bukowski, nos lo indica.
Tengo que aclarar que no es un Bukowski literario. Es un Bukowski fílmico. Este bar pertenece a Barfly o a Factotum, mucho más probable a la primera, mucho. Hay caras, vencidas, como debe ser, y hay luz.
Los antros me fascinan, pero los antros no tienen luz. Los bares bukowski (con minúscula, como adjetivo) tienen luz, para que los perdedores se reconozcan, se saboreen. Y yo en el medio. Con Toti, perplejo, y con el Ale, que está como siempre.
No sé si pertenezco a este lugar, o mejor, sé que no lo hago. La moza nos cobra los siete pesos correspondientes, pero nos sirve la birra en un vaso chato y ancho, como de whiskey. Le cuesta llevarlos hasta nuestra mesa, me pide que agarre uno antes de que le tire. La música, rocola barata y desusada.
Negras, negors y esa sensación de peligro que me hace sentir un poco más vivo. No es nada especial, nunca nada especial, pero el saber que de un momento a otro nuestra situación puede dar un giro me alienta. Me mantiene despierto.
Me tomo medio porrón y descubro que todo está en mi cabeza, la iluminación, la gente, mis acompañates. Estamos en frente del Treinta y esta Andes no se acaba más. Creo que no hay historia, el piso del baño se pega a mis zapatillas como todo se pega con todo. Es inevitable pensar, zafiros-furia y esa mierda de anteayer.
Hay que salir del bar bukowski, Chinasky está a la vuelta y es peligroso, Chinasky nunca supo lo que era. Nosotros lo sabemos, y no nos gusta.

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Otro bar, más conocido. Una mierda familiar que nos hace creer que escapamos. Como todo, es mentira, ni hace falta que entremos que ya se escuchan los sonidos de guerra. Vienen del baño (como si existieran en otra parte), y son ferales y desinhibidos. Hay lucha y nunca voy a saber porqué. (el porqué).
La puerta explota con un chabón medio agazapado, y la bestia que lo empuja no siente nada. Somos puro ojos, llenos de cerveza, llenos de esa mierda que nos lleva a los bares. Y la lucha es todo.
No son dioses griegos, ni gladiadores, ni mexicanos enlodados en medio de la guerra floral, son dos pelotudos que se malcruzaron en el camino al mingitorio, y que no se quieren dejar de odiar, por este segundo, por esta vida de mierda que llevan (somos todos).
La masacre sigue, existe, y es más de lo que nosotros somos. Nos engloba, y arremete contra todo lo que creíamos. Será la Quilmes, será la soledad, o la compañía, quiero estar en la masacre, quiero desaparecer en pedazos, destruido por una furia ajena, extraña, primal.
Me sirvo otro vaso, y le pregunto a Toti si entiende algo de lo que pasa. Tampoco entiende.