¡Pobre Mundial, tan bueno que era!
Imaginen mi sorpresa cuando después de la derrota argentina salí a la calle ¡y el universo no había desaparecido! No podía creer que pasara por debajo de los edificios sin que cayeran sobre mi los cuerpos de fanáticos decepcionados, cuyas miserables vidas que sólo reciben luz durante un mes cada cuatro años perdieron sentido.
Pero la desazón no se limita a los futboleros, a nosotros (los intelectuales flojos) se nos complica la vida también. Todo este tiempo mis deciciones fueron regidas por la T.V. y su propaganda futbolera. Como me convencieron de que el mundial era la felicidad (seamos sinceros, ¿quién se puede resistir a los hipnóticos mensajes subliminales de la propaganda "Háganlo por los que no llegamos"?) (Porque los tiene), lo único que tenía que hacer para estar feliz era conseguir todo lo relacionado con el mismo: la gaseosa del mundial, la cerveza del mundial, el celular del mundial, el papel higiénico del mundial (ya sé que no había de esos, pero con todas las banderitas y carteles que tenían preparados para la final algo habrá que hacer). Ahora que me machacaron mis (sus) sueños, vuelvo a tener que tomar decisiones como si me importara. Eso detiene la labor creativa.
Aparte ya no voy a poder robar con el Mundial, ahora que CAMBIASSO LO MATÓ.
Ahora los dejo con una pregunta para que piensen en su casa ¿Quedará muy mal ponernos una escarapela negra amarilla y roja este 9 de julio en forma de protesta?
Aparte ya no voy a poder robar con el Mundial, ahora que CAMBIASSO LO MATÓ.
Ahora los dejo con una pregunta para que piensen en su casa ¿Quedará muy mal ponernos una escarapela negra amarilla y roja este 9 de julio en forma de protesta?
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