Denserio

-Mamá, mamá, el Pablo no habla, ¿está puto?

jueves, enero 01, 2009

¡Non fiction! Funerales

Y viejo,
y cansado,
a orillas del mar
bebióse sorbo a sorbo
su pasado.

La ciudad está muerta bajo mis pies, y lo único que se mueve en esta necrópolis son mis recuerdos. A tavés de la oscuridad brillan inalcanzables y desesperantes, y paso a paso vuelven con más fuerza, a veces ininteligibles, otras nítidos como el sol.
Mendoza sin vida es otra Mendoza, la noche es el espejo de los momentos que no van a volver, y que ahora flotan en el ambiente como sueños o pesadillas. Camino para olvidar, para engañar el dolor imposible que me sigue a todos lados. Camino para encontrarla, aunque no sé aún quién es, ni dónde está. Camino porque sólo puedo caminar, hasta desfallecer, hasta que los músculos dejen de responder, hasta que yo, como la ciudad que sigue fluyendo bajo mis pies, esté también muerto.
Plaza España brilla. El pasto está frío y húmedo, los faroles y bancos indiferentes olvidaron todas las tardes, todas las noches, todos los pequeños segmentos de mi vida que ahí sucedieron. Ni la alegría ni la tristeza persisten en la realidad, aunque por momentos parezca que es lo único que realmente existe.
Sigo. Necesito enterrar los recuerdos. No son fantasmas porque viven conmigo, como parte de mi vida, toman parte de mi vida. Esta noche tengo 100 años, y hasta la luna está cansada de mí. No tengo rumbo, en mi vagabundeo errático no hay nada concreto que me espere. Sólo me queda algún fragmendo perdido de un poema y casi toda la tristeza del mundo.

Caminante no hay camino
sino estelas en la mar...

El caos al que me abandono me lleva a lugares más oscuros, y bajo los faroles crueles de la peatonal las vuelvo a ver. Una primera desilución, una última, y después otra vez a enterrar lo que queda en algún mausoleo imaginario. Sepultura para que dejen de vagar por las noches, aullando la desgracia de no ser.
No puedo reprimir el asco frente a tanta muerte. La oscuridad se me pega como sangre, las calles están ahora inundadas de lágrimas rojas, y las nubes presagian tormenta. Ya no camino, sigo la ciudad que ahora es un río, y no es la misma. Estoy nuevamente en calles en las que nunca estuve, busco a personas que no conozco, y recuerdo mentiras elaboradas para tener algo que odiar, aún cuando no hay nada que odiar fuera de mi cabeza.
Me tiemblan las piernas, ya no puedo más. Ahora el pasado es multitud y no hay escape posible. Necesito una mano que ahora sostiene otro, y me duele. Camino para encontrarla, y me duele. Todo se desvanece, y me duele.
Me duele que siempre que se acabe un amor hayan tantos funerales.

Y, figura erguida, entre cielo y playa,
Sentirme el olvido perenne del mar.

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1 Comments:

Anonymous Anónimo dijo:

hoy es siempre todavía.

enero 15, 2009 3:28 a. m.  

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